Estamos incómodos, físicamente, en el encierro, en la actitud obligada, en la falta de certeza a lo que puede pasar. Y esta es una incomodidad producto de una intervención desde fuera, nos sobrepasa. La incomodidad es principio del pensamiento y de la transformación de la vida. No nos apresuremos en salir de la incomodidad en la que estamos, no nos adaptamos rápida y eficazmente a las nuevas condiciones, como que no haya pasado nada, porque esa es la regla de vida que tienen siempre aquellos que se adaptan; hacer como que nada hubiese pasado y seguir el camino, de la misma manera, con los mismos tropiezos.

Nietzsche en Así habló Zaratustra les habla a los hombres superiores y les dice : Ustedes pudieron llegar hasta acá porque no se acomodaron, para cada uno de ustedes había una función social predeterminada, pero algo en ustedes estaba incómodo y por eso llegaron hasta acá (Nietzsche, 1997, p. 390). La vida no se adapta a nuevas condiciones ,salvo que esté muy debilitada, adaptarse sin más es claudicar. Los mundos posibles no son abstracciones, no son posibilidades lógicas, ni meras idealizaciones de carácter platónico.  

Son encarnaciones materiales que están todo el tiempo germinando bajo nuestros pies y nuestros corazones, pero por alguna razón, siempre dejamos que todo pase. ¿Qué estará germinando? ¿Algo distinto vendrá? ¿queremos evitar que algo crezca? Si pensamos esa pregunta es porque hay algo que fuerza, que nos lleva a un encuentro. Deleuze en Diferencia y Repetición (1968) dirá que hay algo en el mundo que nos fuerza a pensar. No pensamos porque nos dan ganas de pensar sin más,  algo lo fuerza.

Pensamos un problema, un acontecimiento, algo, pero pensamos. Ese pensar -que es dado por una extraña fuerza -nos invita a la acción, a la transformación, existe, por tanto, una tensión entre el hacer y pensar que a veces solemos verlo de manera separadas. Hoy, vemos y escuchamos mucho sobre el tiempo de dejar que piensen los que saben (los técnicos)  y obedecer lo mejor posible a sus criterios, pero, no tenemos sólo un problema técnico que resolver, si aceptamos eso, estamos perdidos, pasamos a ser un engranaje, una repetición, células moviéndose en un dispositivo técnico dominado por un experto.

El gobierno técnico de nuestra existencia, sería el fin de nuestros mundos posibles -no se trata, con eso, sostener que cada uno haga lo que quiera de manera caprichosa, al contrario, es una exhortación a hacernos cargos-. Lo que queremos señalar, es que lo que indique el saber técnico tiene que estar al servicio de un saber mayor, llamémosle vida-política. Porque si existe un mundo posible, debiese articularse desde ese nivel. No se trata de que vengan los expertos a solucionar los problemas, porque justamente el habitar el problema es una invitación al pensar-hacer diferente, no se trata solo de disolver el problema y seguir con la “normalidad”.

Sino de ver lo potente que existe en eso; el problema, la incomodidad. El pensar siempre es un hacer, por lo tanto, la incomodidad y la urgencia, quizás, es la condición de posibilidad de nuevos haceres y nuevos pensares que hagan que sea posible habitar nuevas vidas políticas donde estén presentes todas y todos los incómodos que el sistema ha sabido dejar de lado.  

Autor

Imagen de Carlo Zarallo

Profesor de Filosofía. Estudiante de doctorado en Filosofía, Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil. 

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