Hace poco más de una semana un joven de 16 años fue empujado por un Carabinero de Fuerzas Especiales cayendo 7 metros sin recibir el auxilio necesario para resguardar su vida por parte de las fuerzas policiales a cargo del procedimiento. Hace un par de días a Julio Ponce Lerou (ex-yerno de Augusto Pinochet) la Corte Suprema le rebajó la multa de 62 millones de dólares por el Caso Cascadas a  3 millones de dólares. Durante la última semana la fiscal Ximena Chong recibió amenazas de fuerte calibre luego de la formalización del Teniente de Carabineros que habría arrojado al joven por el Puente Pio Nono; mientras un carabinero merodeaba; sin razón aparente, por su domicilio. Este fin de semana una manifestación por la campaña del #Rechazo en Las Condes portaba símbolos nazis y enarbolaba banderas contra el pueblo judio en el Centro Cívico de Las Condes a vista y paciencia de la fuerza pública y los medios de comunicación. 

El estallido social del 18 de Octubre del 2019; acuñó en la calle como una sus consignas  “no son 30 pesos; son 30 años” haciendo referencia a una historia reciente de abusos, desigualdad y violencia hacia el pueblo de Chile. Una educación altamente privatizada y en manos del lucro; que endeuda a chilenos/as en millones de pesos en un par de años. Una salud tan desigual que no garantiza el derecho a la vida digna de pacientes con enfermedades catastróficas o raras. Un sistema de pensiones que precariza hasta la miseria la vida de nuestros abuelos mientras las AFP retiran a raudales millonarias ganancias. Esas son las violencias que el estallido social desnudó con toda la fuerza y la rabia ante una vulneración sistemática a los derechos y la dignidad de los chilenos/as. 

Hoy a casi un año del estallido; y a menos de 15 días del plebiscito constitucional la rabia y la violencia que desencadenó el estallido social  sigue ahí.  Más de 17 mil chilenos/a han muerto en medio de la pandemia ante un errático manejo de la crisis sanitaria del gobierno y una destemplada estrategia estatal para enfrentar la crisis económica del desempleo y la precarización de la vida. 

Algunos analistas de la plaza e influyentes comentaristas políticos y de redes sociales; hacen gárgaras sobre la necesidad de condenar la violencia en la protesta social luego de meses de restricciones al derecho a reunión producto de la pandemia. Hablar de violencias es siempre un desafío complejo; las violencias no son un fenómeno aislado y reducible a un par de variables independientes entre sí. La violencia en el contexto social; es un fenómeno que requiere una mirada amplia para entender sus causas profundas y superficiales y desde ese marco comprensivo elaborar estrategias para generar cohesión y paz social. Pretender pontificar el fin a la violencia; sin mirar y modificar las variables y condiciones estructurales que fundan la rabia y la desigualdad social es solo un acto retórico de acción comunicativa. 

El estallido social encuentra sus raíces en más de 30 años de un modelo económico, político y social que excluye a los ciudadanos y los segrega según su nivel de ingresos y “capital social” adquirido por medio de la deuda. Chile ha construido una sociedad tan segregada y altamente precarizada que no cuenta con la legitimidad democrática necesaria para operar en términos de una nación cohesionada y homogénea. El trabajo por delante, para re-construir un país integrado y dialogante es enorme y nos desafía a entender que no hay recetas mágicas que restauren la cohesión social perdida hace tantos abusos atrás. 

No es por ser pesimista; pero una declaración altisonante (escrita al ritmo de la elite oficialista) por redes sociales y en cadena nacional; no cuenta hoy con la capacidad de recomponer un tejido social en pleno proceso de deconstrucción. Pretender pontificar el fin a la violencia; sin mirar y modificar las variables y condiciones estructurales que fundan la rabia y la desigualdad social es solo un acto retórico de acción comunicativa. Chile está pariendo un Nuevo Chile; un nuevo pacto civilizatorio y eso requiere una mirada larga para esperar sus frutos con honestidad, solidaridad y esperanza.

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