Siempre está viva la fe  en el corazón de los hombres, dijo el sacerdote al ver la iglesia llena, antes del inicio de la misa de navidad. Al escuchar eso, un niño solo que estaba al fondo de la Iglesia, se sintió muy confortado y con paso digno camino hacia el altar, repitiendo en voz alta A,B,C,D, Era, al parecer, un niño el que perturbaba la solemnidad del oficio. Los asistentes se volvieron hacia atrás, algo molestos. Pero la voz continuaba. A, b, c, d.... Para!- dijo el cura. El niño bajó la cabeza y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Dónde está tu madre? insistió el cura.

- No te ha enseñado a seguir la misa? Con la cabeza baja, el niño respondió: Perdóneme, padre, pero yo no he aprendido a rezar. He crecido en la calle, sin padre ni madre. Hoy, como es Navidad, tenía la necesidad de conversar con Dios. Pero no sé cuál es la lengua que El comprende, por eso sigo sólo las letras que yo sé. He pensado que, allá arriba, él podría tomar esas letras y formar las palabras y las frases que le gusten. El niño se levantó. Me voy- dijo. No quiero molestar a las personas que saben tan bien cómo han de comunicarse con Dios. Ven conmigo- le respondió el sacerdote. Tomó al niño por la mano y lo condujo al altar. Después se dirigió a los fieles. Esta noche, antes de la misa, vamos a rezar una plegaria especial. Vamos a dejar a Dios que escriba lo que El desea oír. Cada letra corresponderá a un momento del año, en el que lograremos hacer una buena acción, luchar con coraje para realizar un sueño o decir una oración sin palabras. Y le pediremos que ponga en orden las letras de nuestra vida. Vamos a pedir en nuestro corazón que esas letras le permitan crear las palabras y las frases que a Él le agraden. Con los ojos cerrados, el cura se puso a recitar el alfabeto. Y, a su vez, toda la iglesia repitió: A, b, c, d.... Mis queridos lectores/as.

Que este hermoso mensaje de Pablo. Cohelo nos ayude a ordenar las letras de nuestra vida,  Feliz Navidad

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